Flores y sombras, una oda al lenguaje.

No es miedo, es respeto. Eso es lo que se siente cuando estás a punto de asumir un reto que te despierta profunda admiración. Crear la narrativa de una diseñadora floral es uno de ellos. Ya sabes, ilusión y curiosidad a partes iguales. Será que cuanto más te identificas con la belleza y la simplicidad exquisita de un proyecto, más cuesta aterrizar las ideas.

Aunque merece la pena, cada palabra sale carísima. El derroche de tiempo y esfuerzo es proporcional al nivel de satisfacción que sientes cuando por fin das con el matiz exacto. No puedes evitarlo, la historia se repite: te has propuesto acabar de una vez por todas con ese perfeccionismo paralizante, pero hasta que no quedan pocos días para la entrega, no encuentras las fuerzas para ordenar esa rave de ideas que han montado tus musas. Llegado este punto, o matas el síndrome de la impostora o te mata él a ti. Así que no tienes más remedio que abandonar la comodidad del brainstorming y bajar a la tierra, sentir el frío del suelo bajo tus pies. O lo que es lo mismo: empezar a trazar frases con sentido. Descodificar esa voz que suena tan bien en tu cabeza hasta que tratas de escribirla y ¡puf! Se difumina como el sol en la niebla. Lo bueno es que a veces, en medio de este proceso, te enamoras.

“te has propuesto acabar de una vez por todas con ese perfeccionismo paralizante, pero hasta que no quedan dos o tres días para la entrega, no encuentras las fuerzas para ordenar esa rave de ideas que han montado tus musas.”

La culpa es de nuestra clienta, que escribió el verbo deslumbrar en el ebook Crea tu esencia de marca. Deslumbrar, des-llll-umbrar (qué lástima que en castellano no exista la ele geminada). Es tentador repetirla varias veces. ¡Cómo una sola palabra es capaz de concentrar tanta elegancia y sencillez en forma y significado! N. nos deslumbró con su selección semántica y a partir de ahí empezamos a buscar más adjetivos para incluir en su narrativa de marca. Hasta que apareció Asombro, la hermana gemela de nuestra palabra fetiche. Asombro, negación de la sombra. Gran admiración o extrañeza. Imposible no quedar rendidas a este juego de claroscuros.

Y así, en plena divagación lingüística, encontramos las palabras y la imagen de nuestro moodboard de invierno. Esa alternancia de luz y sombras que desprende fascinación, misterio, sutileza, DESEO. Dejar entrever lo justo para que la imaginación haga el resto. ¿Será este el lenguaje de la belleza?

 
 

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